02 abril 2006

Mi teléfono celular del Congo

Todos mis amigos saben que nunca he tenido un teléfono celular. Aborrezco ese aparato y el servilismo y la dependencia que crea en alguna gente. No soporto a quienes dejan sonar sus celulares en las salas de cine (o incluso responden a las llamadas), y me parecen ridículos los adictos que no bien aterriza el avión activan sus celulares, como si hubieran estado en crisis de abstinencia durante todo el viaje. Tampoco soporto a los que en lugares públicos hablan a gritos por su celular, sin la menor discreción. Me dan pena las parejas que van por la calle de la mano, cada cual hablando por su celular, ajenos el uno al otro.

Por esas y otras razones (la principal es que no lo necesito) no tengo un teléfono celular y vivo tranquilamente sin ese aparato que causa adicción. Pero a veces sorprendo a mis amigos cuando les digo que en un viaje a Zambia, en el 2005, compré en un pequeño mercado popular un celular fabricado en el Congo. Mientras disfruto la mirada sorprendida de mis amigos, les cuento la historia.

En un puesto de un mercado popular de Lusaka, (donde fui a buscar instrumentos musicales para mi amigo Coco Cavour, que tiene un hermoso museo en La Paz), encontré un objeto rectangular, de madera, que llamó mi atención. En las cuatro esquinas tenía tallados cuatro rostros, y en el centro había una concavidad. Pregunté lo que era y me respondieron: “cell phone” y aclararon que venía del Congo. En otro puesto vi una pieza similar y pregunté… Obtuve la misma respuesta: “cell phone”, del Congo. Intrigado, pedí una explicación. El vendedor señaló los cuatro rostros tallados: “Mire, muy fácil. Esta tribu puede hablar con esta otra, y esta con la que está en esta esquina, además, en cualquier idioma porque la traducción es automática. Solamente hay que colocar en el centro un tributo para los dioses”. Por supuesto, compré allí mismo mi primer teléfono celular, que en lengua local llaman "lukasa".