22 abril 2011

Testimonio de Paz

Tengo tres o cuatro amigos que a lo largo de sus vidas han mostrado una pasión admirable y una paciencia infinita en la labor de rescatar la memoria de nuestra historia contemporánea, para que los bolivianos aprendamos a recordar y para que personajes y hechos históricos dejen una impronta que la ventisca coyuntural no nos pueda quitar más.

Eduardo “Pachi” Ascarrunz es uno de ellos, y luego de muchos años de acumulación, publicó La palabra de Paz: un hombre, un siglo (Plural, 2008), un testimonio sobre su relación con Víctor Paz Estenssoro, de lejos el hombre de Estado más importante que ha habido en Bolivia en el último siglo.

Como el mismo “Pachi” afirma, el libro es “algo más cercano a la artesanía que a la literatura, como lo hacía mi abuela Rita: confeccionar una colcha con retazos sobrantes de otras confecciones; en este caso con trozos restantes de los retazos de memoria que, finalmente, componen el puzzle que es esta obra en su totalidad”.  La colcha de retazos se teje alrededor de un episodio histórico: las elecciones generales de 1985 en las que el Paz Estenssoro calificó para ser electo presidente de Bolivia por cuarta vez. Pachi llevó adelante una creativa e ingeniosa campaña electoral que aportó a la victoria del jefe histórico del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y al reposicionamiento de su imagen pública, deteriorada a raíz de su apoyo al golpe militar de Coronel Bánzer en 1971.

Suma de entrevistas, conversaciones, comentarios y observaciones, la obra rescata la dimensión humana de Víctor Paz Estenssoro, es un “atisbo del alma” de un hombre de por sí críptico y poco dado a abrir a los demás sus facetas íntimas. Su reticencia a las entrevistas era bien conocida, no sólo aquellas sobre política, más aún sobre su vida personal.

Victor Paz en la Revista "Zeta", 1979
Quizás por la especial relación de amistad que tuvo mi padre con Paz Estenssoro, pude conversar con él varias veces, la última poco tiempo antes de su muerte, en su casa en San Luis, Tarija, aunque ese episodio lo reservo para otro momento.

Años antes, cuando me recibió a mediados de la década de 1970 y le pregunté sobre la historia “secreta” del MNR, me dijo que todavía no podía hablar de ello porque creía que iba a tener aún participación en la política boliviana, como efectivamente la tuvo durante muchos años más.

En 1979 lo entrevisté para uno de tantos proyectos que llevó adelante Pachi Ascarrunz, la revista “Zeta”, en cuyos 6 o 7 números (no recuerdo bien) colaboré. Paz Estenssoro me recibió en su departamento del Edificio Isabelita, en la Av. Arce de La Paz, y me habló del precio político que había pagado debido a su alianza con Bánzer en 1971. Sin embargo, defendió la decisión que había tomado entonces porque permitió levantar el veto militar que pesaba sobre el Movimiento Nacionalista Revolucionario desde el golpe militar de Barrientos:

Victor Paz entrevistado por Alfonso Gumucio en "Zeta"
“Nosotros entramos en esa conspiración por dos razones. Una de valor general: el país estaba en una situación caótica que, al empeorar día a día, podía tener consecuencias insospechadas para la existencia misma de Bolivia. Otra, desde el punto de vista del MNR, porque se había establecido un veto miliar para su actuación política. (…) Como jefe de ese partido yo tenía un interés vital para que ese veto desapareciese”.

Pachi le dedica también dos páginas a la relación política y de amistad entre Alfonso Gumucio Reyes y Paz Estenssoro. De una conversación que tuvo con él en mayo de 1985,  rescata lo que Paz le dijo sobre mi padre (que reproduciré en otra ocasión).

Pachi parece decir en todo momento en su libro: “Yo estuve allí, yo vi, yo escuché...”, como para subrayar el relato de primera mano y su propia voz, la de un periodista que al mismo tiempo que elabora un testimonio sobre el gran personaje de la política boliviana contemporánea, ofrece también de su propia vida en cuanto toca a la relación con la persona -y no solamente con el personaje- de Víctor Paz Estenssoro.

El “ninguneo” que se practica con fruición en Bolivia hace que la crítica ignore muchos libros escritos y publicados con enorme esfuerzo. Yo mismo comenté este libro a destiempo (Nueva Crónica, septiembre 2010), dos años después de haber salido de imprenta, a pesar del valor que tiene como testimonio de nuestra historia contemporánea y como producto de la voluntad de un cronista que trabaja para la memoria, una inquietud que lo ha caracterizado siempre.