15 octubre 2011

Hablando de Roma


La comunicación para el desarrollo sigue haciendo camino desde hace medio siglo, y no es un camino fácil, a pesar de que su función en el desarrollo sostenible y en los procesos participativos está fuera de toda duda. Durante cinco décadas ha tenido que enfrentar la predilección de las agencias de cooperación por la visibilidad institucional, su debilidad por los medios de difusión masiva y su fascinación por los instrumentos que ofrecen las llamadas “nuevas tecnologías”.

La verdadera razón por la que el concepto es resistido por las burocracias institucionales, es porque alienta la participación en la toma de decisiones y la apropiación de los procesos de comunicación por parte de las comunidades. En otras palabras, es subversivo porque promueve la democracia en el ejercicio del poder, un poder que las burocracias no están dispuestas a compartir.

Luego de más de 60 años de desperdicio de los modelos desarrollistas, las grandes instituciones que han fracasado siguen formulando metas que no podrán alcanzar –por mucho dinero que inviertan- si no es con la participación de todos aquellos ciudadanos involucrados en los procesos de desarrollo. Y esa participación solamente es posible a través de la comunicación participativa, algo que las instituciones se niegan a reconocer, empeñadas como están en las campañas de información o, peor aún, en la propaganda institucional.

James Deane (BBC) y Mario Lubetkin (IPS)
De esto y mucho más se habló a mediados de septiembre en Roma, en la “Consulta de Expertos sobre Comunicación para el Desarrollo”, una reunión convocada por la FAO, con el propósito múltiple de revisar el marco conceptual de la comunicación para el desarrollo en nuestros días, particularmente en el sector del desarrollo rural, analizar los desafíos y las oportunidades para institucionalizar la disciplina en las agencias para el desarrollo rural y en los gobiernos nacionales, y conformar alianzas entre instituciones para poder avanzar en el tema.

Fue bueno que esto sucediera precisamente en Roma, y en la misma FAO, donde en 2006 nos reunimos más de mil delegados participantes en el Congreso Mundial de Comunicación para el Desarrollo (CMCD).

Equipo de coordinación de la Consulta de Expertos de la FAO
Esta vez, la FAO me pidió coordinar la consulta de expertos, para lo cual preparé un documento de antecedentes que presenté el primer día de la reunión, y al cabo de la consulta otro documento que fija la posición de los participantes y de la FAO, y recoge las recomendaciones principales. Estos documentos deberían servir a los propios encargados de comunicación para el desarrollo de la FAO, los colegas Mario Acunzo y Riccardo del Castello, a fortalecer su unidad en el interior de una institución que, lamentablemente, no ha sabido mantener el liderazgo que tuvo durante varias décadas en este tema.

Efectivamente, tanto la FAO como la Unesco fueron líderes en comunicación para el desarrollo durante las décadas de 1970 y 1980.  La Unesco produjo el Informe MacBride, Un solo mundo, voces múltiples, (que irritó tanto al gobierno de Estados Unidos que decidió dejar la organización), y la FAO bajo el liderazgo de Colin Fraser desarrolló una enorme capacidad de ejecución para demostrar que la comunicación para el desarrollo era indispensable en la perspectiva de un desarrollo sostenible y a largo plazo.

Esa conciencia –y quizás nostalgia- del pasado planeó inevitablemente sobre la Consulta de Expertos, más aún cuando los enfoques de moda impulsados desde el Banco Mundial hacen hincapié en las nuevas tecnologías antes que en el desarrollo humano, y algunas agencias del sistema adaptan su lenguaje a los nuevos tiempos, negociando los puntos más conflictivos de la agenda pendiente, como es el derecho a la comunicación. La FAO no está al margen de esas influencias, ahora disfrazadas con el discurso de “gestión de conocimiento” (que muchos confunden con diseminación de información) o con el sofisma “sistemas de innovación”, un pozo donde todo cabe con tal de revivir el desprestigiado extensionismo rural que Paulo Freire criticó acertadamente hace 40 años.

La ventaja de esta Consulta de Expertos es que además de algunos funcionarios con poca experiencia concreta en el terreno y poca capacidad para articular ideas, había también colegas con enorme capacidad de reflexión proveniente de su experiencia directa de muchos años de trabajo en comunicación para el desarrollo y el cambio social. Así, me dio gusto volver a coincidir con Bruce Girard, Ricardo Ramírez y Rafael Obregón, además de aquellos que desde el ámbito académico promueven la comunicación para el desarrollo, como Nabil Dajani en la American University de Beirut (Líbano), Helen Hambly en la Universidad de Guelph (Canadá) o Cleofé Torres en la Universidad de Filipinas en Los Baños. Las intervenciones de Silvia Balit, James Deane y Mario Lubetkin, con larga experiencia institucional (FAO, BBC e IPS respectivamente), enriquecieron sin duda el nivel de los intercambios. Aquí se pueden ver algunas fotos.

Ricardo Ramirez
Me llamó la atención, durante la reunión, la angustia que sienten algunos colegas de instituciones porque sus superiores o los donantes a los que quieren convencer sobre la utilidad de la comunicación para el desarrollo, “no entienden” lo que es. Estos colegas se colocan en una posición subalterna y se esfuerzan en encontrar un lenguaje “simple”, que les permita “vender” en “dos minutos” la comunicación para el desarrollo a aquellos importantísimos y muy ocupados burócratas que no están dispuestos a conceder sino una fracción de su precioso tiempo para que les expliquen, como a niños bobos, lo que es la comunicación para el desarrollo y el cambio social. 

Con dedicatoria para esos ejecutivos que apenas se dignan aparecer durante cinco minutos en nuestras reuniones sobre comunicación, Wendy Quarry y Ricardo Ramírez escribieron Communication for Another development: Listening before telling (2009), en el que explican de la manera más didáctica posible a tomadores de decisión, administradores y planificadores la importancia de la comunicación para un desarrollo con dimensión humana. Quarry y Ramírez no banalizan el lenguaje de la comunicación ni lo rebajan para explicar aquello que no es tan difícil de entender. 

Venus Jennings, de Unesco
Coincido plenamente con ellos en que no es necesario colocarse en una posición subalterna. Si algunos donantes o funcionarios que ocupan posiciones de privilegio no entienden los conceptos de diálogo, participación, comunicación horizontal, etc., no es porque sean tontos, sino porque no les interesa. De modo que aunque reduzcamos las descripciones y definiciones de comunicación para el desarrollo a lo más obvio y pedestre, a un par de frases destinadas a la “conversación en el ascensor”, no van a escuchar aquellos que no quieren escuchar. No hay peor sordo que el que no quiere oír... Lo cierto es que si una mujer analfabeta de la India o un campesino aymara del altiplano de Bolivia entienden perfectamente lo que es la comunicación para el desarrollo, no veo qué dificultad tendrían aquellos burócratas que, muy pagados de sí mismos, dicen que “no entienden” o que “no tienen tiempo”.