14 octubre 2013

El árbol de la vida

La raíz del árbol de la vida está en la fábula de Adán y Eva, la serpiente y la manzana, el pecado y la expulsión del paraíso, pero el tronco y el follaje de vivo colorido crecieron en Metepec, una pequeña ciudad que es el centro artesanal del Estado de México, a 60 kilómetros al oeste de la capital mexicana.  

Fui a Metepec con el firme propósito de adquirir un árbol de la vida en el mero lugar donde nació la tradición, porque cuando se trata de dejar el país en el que uno ha vivido durante tanto tiempo, hay que hacerlo con elegancia y llevarse consigo una parte de su cultura. 

Desde que puse los pies en Metepec dirigí mis pasos hacia el taller de la familia de ceramistas que inauguró la tradición y que la mantiene todavía hoy, renovándola con innovación que no desmerece la calidad de los trabajos y su profunda raigambre cultural.

La visita a los talleres de los Ortega y de los González, que son parte de la misma familia, es una experiencia extraordinaria al margen incluso de los ejemplos de árbol de la vida que uno pueda encontrar en ambos lugares.  Dije talleres, pero también son las viviendas de estas familias que han dedicado su vida entera a crear en barro cocido piezas maravillosas. Taller y vivienda se confunden, porque no son espacios separados.  Ambas casas han crecido de manera que las piezas de cerámica han ido tomando espacios hasta ocuparlo todo, cada pasillo, cada habitación, cada rincón de los patios y jardines. 

Todo está revestido de figuras de barro cocido, todos los espacios están ocupados por piezas que estas familias han producido durante décadas. Soles y lunas sonrientes, o con bigote, calaveras bien vestidas, pájaros y plantas exóticas, cúpulas de iglesias en miniatura, delicadas mariposas, ángeles precoces, sirenas tocando mandolina, escenas bíblicas y no por bíblicas menos eróticas.

Muchas piezas que sufrieron algún daño en el proceso de fabricación, ahora adornan los muros y techos de las dos casas y talleres, o le disputan el espacio a los rincones del jardín. 

El árbol de la vida se representa de diversas maneras en varias culturas, pero en México se ha convertido en uno de los símbolos. Hay quienes afirman que la elaboración de esculturas de barro con forma de árboles comenzó en Izúcar de Matamoros, en Puebla, pero en Metepec me contaron otra historia, que es la que aquí quiero consignar.

De acuerdo a lo que me dijo Miguel Ángel González (ver video) su tío abuelo Timoteo González comenzó con la tradición del árbol de la vida cuando un extranjero llegó hasta su casa para pedirle que hiciera en cerámica una representación del paraíso que había fotografiado en una iglesia mexicana. 



Timoteo González, el iniciador
También se menciona a la familia Soteno como una de las que más ha aportado a la creación de los árboles de la vida. Se dice que Tiburcio Soteno Fernández es uno de los pocos alfareros en Metepec, junto a Miguel Ángel González,  que crea árboles con temas ajenos al jardín del paraíso, con representaciones de personajes históricos famosos. Su trabajo forma parte de colecciones en otros países y no son pocas las embajadas de México en el exterior que le han comprado obras.

Inicialmente, cuando nacieron los primeros árboles de la vida, se trataba de una representación del paraíso, con Adán, Eva, la serpiente y el árbol, pero de pronto el árbol adquirió vida propia, se estiraron y entrelazaron sus ramas en un complejo tramado en el que se fueron acomodando en primera instancia flores y frutos del paraíso, y luego nuevos personajes bíblicos o de la vida real. 

Con el tiempo la familia González-Ortega ha multiplicado las propuestas y desplegado un talento formidable para realizar árboles temáticos. 

Me tocó ver en el taller de Miguel Ángel González, en Metepec, un hermoso árbol de la vida sobre la música, donde no faltan los grandes clásicos ni los más recientes.  Como Miguel Ángel es un buen lector, alguien que ama los libros, no podía faltar su homenaje personal a la literatura en una árbol de poco más de un metro de altura que incluye a Cervantes y a su principal personaje, el Quijote (con Sancho, Rocinante y lanza en ristre), pero también a Charles Dickens, Shakespeare, Goethe, un Oscar Wilde barbudo, Dante, Homero, Poe, Darío, Melville, Kafka… y por supuesto encima de todos la biblia.

Mientras leen el poema de Octavio Paz, les regalo una hermosa pieza instrumental titulada, por supuesto, “El árbol de la vida”. 

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Creció en mi frente un árbol, 
Creció hacia dentro. 
Sus raíces son venas, 
nervios sus ramas, 
sus confusos follajes pensamientos. 


              —Octavio Paz