05 julio 2014

Boni Grande y Boni Chico

Conocí a Bonifacio Barrientos Iyambae, el Capitán Grande y “Sombra Grande” de los guaraníes del Izozog, en 1979 y 1980 durante las visitas que hice a su comunidad, donde era el líder absoluto, respetado y querido por todos. Allí también conocí a su hijo, el Boni Chico, quien sustituyó a su padre en el liderazgo y de cuya muerte me acabo de enterar casualmente a través de varios artículos de prensa. 

Boni Chico
Al Boni Chico lo encontraron muerto el sábado 7 de junio en un terreno baldío y fue trasladado como “cadáver no identificado” a la morgue del hospital San Juan de Dios en Santa Cruz de la Sierra. “Solo cinco días después fue identificado por sus familiares, que lo buscaban desde el fin de semana, ya que no había regresado a su casa, de la que salió el viernes 6”, leo en un artículo de Maggy Talavera.

Qué triste muerte para el Boni Chico. Doble muerte, porque a la muerte de su cuerpo se suma la muerte de la memoria de quienes no saben, no se acuerdan o no quieren saber ni acordarse de quién era. 

Lo primero que llama la atención es la indiferencia de las autoridades nacionales tan ocupadas en las sonrisas calculadas de sus apariciones públicas y tan esmerados en los cálculos cínicos de la propaganda electoral. Mientras unos y otros se afanan en  establecer frágiles alianzas y en comprar voluntades, han relegado en el olvido al fallecido dirigente guaraní y al hacerlo le han dado la espalda a todos aquellos dirigentes de una gran integridad ética y moral, que vivieron toda su vida de adultos dedicados a su gente, sin aspavientos, sin demagogia, sin reclamar cargos políticos, sin pedir tajadas de poder o de dinero.

Roberto Ibargüen Chávez escribió el 14 de junio en el Semanario Aquí sobre los méritos de Boni Chico como Capitán Grande. Señaló que “desde una perspectiva occidental” los grandes aportes del Capitán Grande habían sido: la consolidación del territorio del Izozog como Tierras Comunitarias de Origen, la creación del parque nacional Kaa-Iya y la coadministración del mismo por la Capitanía del Izozog, y gracias a ello la obtención de recursos  económicos para obras de infraestructura con enfoque intercultural y administración compartida. Señala, además, otros méritos desde la perspectiva indígena, relacionados con la capacidad que tuvo Boni Chico para mantener durante tres décadas la frágil unidad de las comunidades que son parte de la Capitanía Grande, “para lo cual hay que tener mucho más que simple astucia” subraya Ibargüen Chávez.

Desde el establecimiento de la república los guaraníes han tenido que lidiar con la represión, el aislamiento político y los gobiernos (incluido el actual) para salvar y mantener su autonomía y preservar las relaciones sociales y políticas tradicionales en el seno de la Capitanía General y la unidad del pueblo guaraní más allá de las fronteras de Bolivia, en Paraguay, Brasil y Argentina. Uno de los logros fue la formación de la Central de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC).

La actitud consecuente y el ejemplo cotidiano de los guaraníes y sus dirigentes permitió que quienes nos aproximamos a ellos en diferentes etapas de sus vidas y de las nuestras, entendiéramos más sobre su cultura y sus valores, y aprendiéramos no solamente a respetarlos, sino a cuestionar nuestros propios valores al contrastarlos con la filosofía de la naturaleza y de la convivencia de los guaraníes.

El Capitán Grande Bonifacio Barrientos y a su izquierda el Boni Chico, en 1979
Fue con el apoyo del Capitán Grande que el 3 de octubre de 1982, hace 32 años, los pueblos indígenas de las tierras bajas fundaron la Coordinadora Indígena del Oriente Boliviano (Cidob), movimiento indígena que poco a poco fue acogiendo a los grupos guaraní, ayoreo y chiquitano, entre otros. En el año 1990 la CIDOB organizó la primera marcha indígena desde Beni hasta la ciudad de La Paz que reveló al país la presencia viva y el valor cultural de los pueblos indígenas de las tierras bajas, ignorados y vilipendiados hoy por muchos dirigentes indígenas del altiplano, a pesar de que en 1990 parecían unidos. La politiquería y el oportunismo fue separando en años recientes a los indígenas andinos de los de las tierra bajas orientales, como puso en evidencia el TIPNIS.

Durante décadas los dirigentes del Izozog y de otros territorios guaraníes tuvieron que convertirse en hábiles negociadores de cara al Estado y a otros actores que actuaban en su territorio. Uno de esos actores, durante mucho tiempo, ha sido el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), donde yo trabajé a fines de la década de 1970. Fue gracias a CIPCA que pude conocer un poquito del mundo guaraní y de interactuar personalmente con el Capitán Grande Bonifacio Barrientos Iyambae (fallecido en 1986) y con el Boni Chico.

Bonifacio Barrientos, Capitán Grande
En mayo de 1979, en uno de los viajes al Izozog, filmé el documental Comunidades de trabajo donde evidentemente el Capitán Grande era el personaje central.  Recuerdo el enorme respeto que inspiraba, su sabiduría, su manera pausada de hablar sin exaltarse. Boni Chico estaba siempre a su lado, también con sombrero, tomando notas y apoyando a su padre en lo que fuera.

Años más tarde cuando presenté en La Paz y en Cochabamba mi exposición de fotografía “Retrato Hablado” (1990) decidí incluir al Capitán Grande entre los artistas, escritores, políticos y otras personalidades. En la foto aparece austero, con un bastón entre las manos y los cordones de las botas sin amarrar.  Junto a la foto, como era la característica de la exposición, incluí un breve texto:

“Bonifacio Barrientos, Capitán Grande de los guaraníes del Izozog, caminó desde Charagua hasta La Paz para pedir al Presidente Hernando Siles los títulos de propiedad colectiva de la tierra para las comunidades del Izozog.  Hizo el camino tres veces hasta lograr su objetivo durante el periodo de Gualberto Villaroel.  Era un hombre sabio, supo llevar a su pueblo hacia la organización sin abandonar en el camino su cultura.  Tenía una gran familia, sus hermanos guaraníes para quienes plantó las semillas de una vida más digna.  Su título tradicional de Capitán nada tiene que ver con la imagen de la prepotencia militar.  El Capitán Grande era sobre todo grande en su humanidad y en su sabiduría.  Su gente lo llamaba padre, rey y también sin dueño, porque era valiente ante los patrones y los presidentes”.

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La libertad no puede ser fecunda para los pueblos
que tienen la frente manchada de sangre.
—José Martí