04 agosto 2014

Madidi en imágenes

Boa y Milenius Spanowicz
Si no supiera que Mileniusz Spanowicz es su nombre verdadero, pensaría que lo inventó para transitar de su mundo polaco a la sonoridad cercana al habla hispana y a su trabajo en este continente donde el milenio comenzó auspicioso. Mileniusz es uno de esos personajes que llega al país y se sumerge en su vida cotidiana y en su cultura hasta convertirse en hijo adoptivo, no por algún decreto o concesión administrativa, sino por su obra de incontestable amor por Bolivia.

Lo conocí en los alrededores de Ricardo Pérez Alcalá, mi querido amigo fallecido hace menos de un año. Mileniusz estaba siempre allí, en el círculo de confianza del pintor, fotografiando su obra plástica y su arquitectura, acumulando un archivo formidable de imágenes. Y de vez en cuando se perdía, desaparecía de la ciudad porque se zambullía en las selvas tropicales del norte del departamento de La Paz.

Todos tenemos incrustado en el imaginario de La Paz un paisaje altiplánico montañoso, frío y desolado, con un horizonte de llamas y vicuñas. Lo que no asimilamos fácilmente es que el norte del departamento es también una vasta región tropical, de vegetación exuberante e intricada, poblada por infinitas especies de flora y fauna de las que apenas conocemos unas cuantas.

Yacaré 
Estamos hablando de doce mil especies de plantas superiores que representan el 60% de la flora boliviana, de dos mil especies de vertebrados (3.7% de todos los vertebrados del mundo) y 1 100 especies de aves (34% de las que tenemos en toda la región y 11% de las que existen en el mundo). La mirada de Mileniusz se ocupa de recordarnos esa realidad desconocida para la mayoría de los bolivianos y de traernos en cien fotos una pequeña muestra, solo para antojarnos o hacernos sentir ignorantes.

No es casual que la muestra de fotografías que exhibió a fines de mayo el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF) se llame “Retratos del Madidi” y no “Fauna y flora del Madidi”.  La palabra retrato tiene un significado de proximidad.  Uno retrata a alguien que conoce y con quien establece lazos de empatía, como los que Mileniusz ha construido a lo largo de muchos viajes, de varios años y más de seis mil imágenes.

Los fotógrafos de la naturaleza superan con su paciencia a los pescadores. Mi amigo ítalo-mexicano, Fulvio Eccardi solía pasar tres o cuatro semanas bajo una carpa en medio de la lluvia inclemente de la selva de El Triunfo, en Chiapas, esperando que asomara en algún árbol cercano el quetzal con su larga cola y sus vivos colores. Fulvio fue de los primeros que logró fotografiar de cerca al quetzal, un pájaro tan libre que huye cuando siente la presencia humana a cientos de metros.

Falsa coral
No necesito preguntarle a Mileniusz cuánto tiempo invirtió para lograr las imágenes de su muestra porque está claro que detrás de cada una hay una aventura, varias anécdotas y un centenar de fotos. Imagino a Mileniusz en esa circunstancia porque todos los fotógrafos hemos sentido alguna vez una emoción creativa semejante: el fotógrafo espera mientras a través del visor ve modificarse la secuencia. Cuando dispara, siente que es el instante preciso, el momento que nunca más volverá a repetirse. Es cuestión de uno o dos segundos, nada más. Uno de esos clics (que hoy ya no se escuchan en las cámaras digitales, a menos que uno quiera) es el que sobresale entre todos los demás: a veces el fotógrafo lo sabe desde que dispara y a veces lo descubre más tarde cuando revisa la serie completa.

Armado de un imponente teleobjetivo blanco que parece una bazuca Mileniusz se adentra en ríos caudalosos y tupidas selvas. En la fotografía de la naturaleza sucede algo sorprendente, pues no solamente nos maravilla la foto de un animal de cuerpo entero o de una planta completa, sino los detalles de formas y colores que uno puede descubrir si se acerca a la fotografía y observa el detalle de las plumas de un pájaro, de la piel de una serpiente o del intricado diseño de alguna flor que señala su presencia con su belleza involuntaria.

La paciencia de un pescador
Detrás de la cámara está el ojo del fotógrafo y detrás de él el apoyo de instituciones sin las cuales su trabajo no sería posible: la exposición fue organizada por Wildlife Conservation Society (WCS) y posteriormente contó con el apoyo de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, del Programa Nacional de Biocultura, del Servicio Nacional de Áreas Protegidas y de la Comisión Madre Tierra y Medio Ambiente de la Asamblea Departamental de La Paz. En cada institución hay personas cuyo compromiso hace que se alcancen resultados concretos, por ello menciono a Rob Wallace, Lilian Painter, Elvira Salinas, Elvira Espejo, para no citar sino algunos.

Rana mono
Lo que conocemos ahora gracias a quienes se dedican a la investigación y a la protección de la diversidad biológica es que cerca de tres mil especies de vertebrados han sido registradas en Bolivia: 389 mamíferos, 1 415 aves, 306 reptiles, 254 anfibios y 635 peces. Nuestro país ocupa el séptimo lugar en el mundo por su diversidad de aves y es el undécimo por su riqueza florística: más de 20 mil especies de plantas superiores se han catalogado en Bolivia.

La diversidad de fauna y flora en el departamento de La Paz se explica también por su excepcional condición topográfica que abarca desde cumbres nevadas a 6 100 metros de altitud sobre el nivel medio del mar, hasta 180 metros en la cuenca amazónica.

Mono lucachi
Contamos con tres áreas protegidas contiguas que forman parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Bolivia y que sobresalen por su biodiversidad: el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi (1 895 750 hectáreas), el Área Natural de Manejo Integrado Apolobamba (483 743 hectáreas) y la Reserva de la Biósfera y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas (400 mil hectáreas). Esas zonas tienen también importancia cultural gracias a la presencia de comunidades Leco, Tacana, Araona, Esse Ejja, T´simane y Mosetene.

Una muestra fotográfica como esta, acompañada de la información científica pertinente, en lugar de instalarnos en una zona de confort por toda aquella riqueza que tenemos al alcance de la mano, debería cuestionarnos sobre la posibilidad de perderla. Hay, en efecto, especies amenazadas como el ciervo de los pantanos, el jaguar, el borochi, la londra, el águila harpía, pavas de monte, parabas, garzas, el caimán negro, el lagarto y especies de tortugas de tierra y agua.

Elvira Espejo, directora del MUSEF, inaugura la muestra fotográfica
Cuando uno mira las fotos de Mileniusz Spanowicz lo hace con un sentimiento a la vez de admiración y de nostalgia. Admiración por su trabajo y por la belleza que pone frente a nosotros, y nostalgia porque no tenemos ninguna garantía de que en el curso de las próximas décadas esa belleza permanezca intangible.

Lo que la diversidad biológica nos proporciona (sin ningún mérito nuestro), lo podemos perder por las acciones que ejercemos sobre la naturaleza. La invasiones de colonos en áreas protegidas, los proyectos depredadores del extractivismo a ultranza, la tala indiscriminada de especies forestales preciosas y la expansión de la frontera agrícola, pueden significar la pérdida de un tesoro que la naturaleza elaboró pacientemente a lo largo de miles de años.

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Produce una inmensa tristeza pensar
que la naturaleza habla
mientras el género humano no escucha.

—Víctor Hugo