16 julio 2015

Aire para una tarde de sol

El domingo 12 de julio a media tarde, cuando amigos y colegas despedían a Luis Ramiro en el Cementerio Jardín de La Paz, mi primo hermano Mariano Baptista Gumucio leyó este texto como yo le pedí que lo hiciera en nombre mío. Tuvo que leerlo dos veces, porque la primera lectura la hizo sin micrófono y pocos escucharon.




Aire para una tarde de sol

En este mundo pocos respiran.

El aire es con frecuencia violeta
demasiado mezquino y enrarecido.
No lo queremos compartir.
Peleamos por parcelas de aire.
Matamos por parcelas de miedo.

Hacemos como que vivimos,
pero en realidad estamos vegetando a medias
habitantes desorientados
en una construcción de engaños.
Respirar no es solamente inhalar
y expulsar el aire,
sino renovarlo y purificarlo para todos
es un servicio público.

Es lo que hacía a Luis Ramiro especial:
su manera de respirar era ética.
En otras palabras: inspiraba cuando respiraba.

Era un hombre generoso
y comprometido y apasionado y alegre
y contagioso.

Luis Ramiro era peligrosamente contagioso
por su integridad y su aire quijotesco.
Este país sería mejor
con unos cuantos contagiados.

Quiso enseñarnos a ser buenos.
No solamente buenos investigadores,
buenos científicos sociales,
buenos comunicadores y buenos ciudadanos,
sobre todo buenas personas,
dotadas de nobleza, solidaridad y compromiso.

Al Moro mayor del Moro menor,
su discípulo y su amigo.

Moro Gumucio