02 octubre 2015

Buen vivir: discurso y comunicación

Estuve en Quito en el I Congreso Internacional:“Comunicación, decolonización y buen vivir” que tuvo lugar en CIESPAL del 16 al 18 de septiembre pasado. El congreso hizo realidad una iniciativa que habíamos lanzado un año antes en La Paz quienes trabajábamos entonces en el IPICOM, el Instituto de Investigación, Posgrado e Interacción Social en Comunicación de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), en ocasión de la visita  de Francisco (Paco) Sierra, director de Ciespal. 

Paco llegó a La Paz para cumplir con una de sus primeras iniciativas, de las muchas que ha tomado desde que asumió la conducción de esta emblemática institución latinoamericana: otorgar la medalla Ciespal a Luis Ramiro Beltrán. Ese fue el último reconocimiento internacional importante que recibió en vida Luis Ramiro. Durante su estadía, invitamos a Paco a dar una cátedra magistral y en reuniones que sostuvimos con él propusimos un convenio entre la UMSA y Ciespal, que nunca pudo concretarse, para realizar un evento internacional en el que se incluiría, la propuesta de nuestra colega Karina Herrera-Miller de realizar un seminario sobre comunicación y buen vivir.

Edificio de Ciespal, diseñado por Milton Barragán
Lamentablemente las cosas no suceden como uno las enuncia o las sueña, y tanto el convenio con Ciespal como el seminario, que luego evolucionó en el congreso de Quito, tuvo que soportar el sabotaje político de sectores de maestros y alumnos de la Carrera de Comunicación, hasta que Ciespal ofreció su sede y su capacidad organizativa.

A pesar del cambio de sede y de entidad organizadora, la representación de la UMSA no pudo participar en el evento de Quito ya que pocas semanas antes, durante una reunión del Consejo de Carrera, estudiantes y profesores con cerebros de mosquito emitieron una resolución de “rechazo” al congreso, una prohibición tácita de representar a UMSA en el evento. A ese extremo llega el absurdo de la confrontación política, que impide intercambios académicos. Por lo general es gente que no produce conocimiento, que no investiga y que no publica, la que bloquea las propuestas que harían de la UMSA una buena universidad.

El texto que sigue es una síntesis de mi presentación en Quito, en el panel sobre “Pensamiento decolonial y comunicación” en el que participó además Erick Torrico y el colega chileno Claudio Maldonado. El video completo del panel puede ser visto en este enlace de Ciespal, así como mi ponencia "Descolonización simbólica, discurso y realpolitik".

La “descolonización” es un proceso de cambio y de restitución histórica que en Bolivia parece tener más enemigos internos que externos. Los principios del buen vivir no han enfrentado la resistencia de sectores conservadores porque la propuesta no ha ido más allá del discurso oficial y de tomas de posición simbólicas.

Erick Torrico, Gabriel Giannone, Claudio Maldonado y Alfonso Gumucio
La dificultad radica en pasar del discurso sobre el buen vivir, elaborado a veces con filigrana poética y otras con torpeza demagógica, a hechos concretos como la descolonización del Estado, que en lo fundamental no ha cambiado. El discurso de la descolonización corre el riesgo de ideologizarse al extremo de dejar a un lado los principios y valores que propone.

La descolonización como mandato constitucional y como política de Estado no toma en cuenta los procesos transformadores en el campo de la comunicación, los procesos participativos que permitirían a la población apropiarse del concepto y convertirlo en prácticas cotidianas. Por el contrario, lo que existe es una reiteración del discurso publicitario que termina vaciando de su contenido la terminología del buen vivir.

Como señala Tania Delgadillo en el libro Descolonización, medios de comunicación y democracia intercultural en Bolivia (SIFDE, 2013), resultado de una investigación propiciada por el organismo electoral, “el gran reto para el Estado Plurinacional será hacer efectiva esta política, para lo cual deberá abandonar el mero ámbito discusivo y declarativo para adentrarse en una práctica descolonizadora concreta, lo que implica realizar una profunda mirada autocrítica de y desde el Estado en su dimensión fáctica”.

La búsqueda de la reconfiguración hegemónica colisiona con las políticas económicas que no han significado un cambio de estructuras. Dos de los principales instrumentos de los gobiernos “neoliberales”, el Decreto 21060 de 1985 y la Ley 1008 de control de la producción de hoja de coca y del narcotráfico, permanecen vigentes luego de diez años de “proceso de cambio”. La política extractivista, anti-indígena y violadora de los derechos humanos contradice el discurso del buen vivir.

Tres bolivianos en Ciespal: Erick Torrico, Adalid Contreras y Alfonso Gumucio
La descolonización es un sistema en construcción y el buen vivir una aspiración. Ambos términos se construyen con base en la lucha histórica no solamente de los pueblos originarios, sino de los trabajadores mineros, de los obreros y de la clase media intelectual, que son sectores que aportaron en diferentes momentos de la historia a reivindicar una sociedad justa y equitativa.

Esto no empezó hace diez años. No se puede olvidar los aportes teóricos de Fausto Reynaga ni de su contemporáneo Carlos Montenegro, el autor de Nacionalismo y coloniaje, que contribuyeron a colocar la descolonización en la agenda política hace siete décadas, en épocas mucho menos proclives que las de ahora para considerar estos temas. Ahora, cuando el discurso de la descolonización es pan de todos los días, no hay textos de esa dimensión histórica.

Como el “buen vivir” y la “descolonización” están solamente en el discurso oficial, la construcción del concepto pasa por los medios de difusión y no, lamentablemente, por los procesos de comunicación, que involucrarían posiciones éticas.

Para descolonizar el lenguaje, tendríamos que empezar por diferenciar información y comunicación, algo que ni los periodistas, ni los propios comunicadores (que no es lo mismo) parecen ignorar deliberadamente. 

Freddy Ehlers, ministro del Buen Vivir de Ecuador
La confusión entre información y comunicación contamina todos los ámbitos, los periodistas pasaron de la noche a la mañana a llamarse “comunicadores sociales” aunque los estudios académicos no han variado en cinco décadas. Los contenidos siguen anclados en los medios (prensa, radio, cine, televisión), ignorando: a) los procesos de comunicación, b) la visión estratégica de las necesidades del desarrollo y el cambio social, y c) el carácter científico del objeto de estudio.

El periodista elabora mensajes para incidir en lo inmediato y está atado al engranaje de los medios masivos, mientras que el comunicador se involucra en procesos de largo plazo con una visión estratégica. Eduardo Vizer dice que históricamente hay una visión “informacional” de la comunicación, de carácter funcional y pragmático, a la que se opone una visión de carácter crítico y “humanista”. Dominique Wolton afirma que la información es el mensaje, mientras que la comunicación es la relación, algo mucho más complejo.

Si la descolonización no logra definir sus propios procesos de comunicación continuará manifestándose como una cadena de mensajes mediáticos verticales que cuestan millones pero que se lleva la hojarasca y la politiquería.


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El verdadero progreso social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente; pero para eso hace falta ser humildes. Gandhi