21 junio 2016

Tesla

¿Quién fue el visionario que le puso el nombre de Cine Teatro Tesla a la sala que había en La Paz, que abrió sus puertas en 1951 en la calle Colón, entre la Avenida Camacho y la cale Mercado? De joven no se me hubiera ocurrido hacerme esa pregunta y sin embargo me la hago ahora que sé que en los años cuando se creó ese espacio cinematográfico había que ser una persona muy informada para saber quién era Nikola Tesla.

Hoy el genial inventor es reivindicado por la historia y la ciencia, y su nombre resurge del olvido 160 años después de su nacimiento, no solamente porque se publican varias biografías sobre su vida y hay documentales y films de ficción donde se narra su trayectoria, sino porque además la empresa de tecnología Tesla se ha convertido en pocos años en una de las marcas mejor cotizadas en el mercado, emblemática y de vanguardia por la apuesta que hace en favor del medio ambiente con sus vehículos eléctricos y sus baterías de diseño atractivo, que prometen revolucionar la manera como pensamos y usamos la energía solar.

Lo anterior viene a cuento porque en México tuve oportunidad de visitar en días pasados, en el Centro Nacional para las Artes, una muestra extraordinaria dedicada a Nikola Tesla, el inventor cuyas patentes hicieron famoso a Guillermo Marconi (que se las robó) y cuyos inventos convirtieron a Thomas Edison en su peor enemigo. Tesla es un personaje fascinante y extraño, tan genial como misterioso, que hizo de la ciencia, en particular de la electricidad, una suerte de sacerdocio.

No quiero abordar la trascendental figura de Tesla sin antes referirme a la exposición montada en su homenaje. Los mexicanos son hábiles museógrafos, tienen la creatividad, el buen gusto y los recursos para montar muestras de gran calidad, y a veces lo hacen, como en este caso, a partir de muy pocos elementos, a los que saben sacarle el jugo.

Nikola Tesla murió pobre y célibe a los 86 años de edad, en la habitación de un hotel de cuarta categoría en Manhattan. (The Handsome Family creó una canción: Tesla's hotel room). Sus objetos personales se perdieron, hay toda una leyenda urbana sobre el famoso baúl donde tenía sus inventos y los cuadernos de notas que, según dice esa leyenda, incautaron agentes federales del gobierno de Estados Unidos.

Entonces, el punto de partida de esta exposición son una cuantas fotos que se conservan del inventor, algunas cartas, videos recientes y la información que ha trascendido sobre su vida. Lamentablemente no hay objetos personales, no están los inventos, no hay nada más que sirva de testimonio.  Y sin embargo la exposición es estupenda, porque nos hace revivir los tiempos que vivió Tesla, y el impacto que tuvo su vida y su obra.

Le debemos a Nikola Tesla, entre muchas otras cosas, la corriente alterna que usamos todos los días. Mientras Edison proponía la corriente continua, Tesla logró que su patente fuera aceptada como la norma al presentarla en la Exposición Colombina de Chicago en 1893. Edison hizo todo lo posible para desprestigiar a Tesla, y llegó al extremo de electrocutar animales en público, incluso un elefante, para tratar de demostrar que la corriente alterna era muy peligrosa.  Como respuesta, Tesla se presentó ante un grupo de científicos e hizo pasar por su cuerpo una carga de varios millones de voltios, sin sufrir ningún daño porque calzaba zapatos con una suela de corcho.

Con Marconi el pleito fue diferente, pues el italiano utilizó las patentes de Tesla para proclamarse el inventor de la telefonía sin hilos, y con ese rótulo pasó a la historia.  Tesla inició una demanda que llevó muchos años y consumió su energía, hasta que en 1943 la justicia le dio la razón y reconoció que el inventor era Tesla, pero ya los laureles se los había llevado Marconi y Tesla había fallecido unos meses antes.

Tesla tenía entre sus sueños producir energía libre para toda la humanidad a través de un sistema que captaba de la atmósfera ondas electromagnéticas en cantidad suficiente como para que pudieran volar los aviones y funcionar los automóviles sin depender de energías fósiles. El mundo entero estaría interconectado con electricidad aérea como en muy poco tiempo lo estará con internet. La propuesta encontró enorme resistencia en la industria de automotores que estaba entonces despegando.

Fue el primero en producir luz de neón, perfeccionó la radiografía y logró encender una serie de focos eléctricos sin cables. Los controles remotos que se utilizan hoy para encender aparatos domésticos y televisores, no existirían sin la imaginación creativa de Tesla. Presentó diseños de una nave voladora de despegue vertical, inventó el velocímetro, experimentó con fertilizantes, e hizo aportes a la electromedicina. El motor de inducción y otras 700 patentes constituyen su legado todavía inexplorado. La primera turbina que se instaló en las cataratas del Niágara para producir energía eléctrica, fue un momento alto en su consagración como inventor.

Por la distancia que tomó voluntariamente con la comunidad científica de la época, se tachó a Tesla de loco, como suele hacerse con mucho genios, porque estaba investigando temas que entonces parecían excéntricos, por ejemplo las señales de comunicación extraterrestre interplanetaria, el control del clima y la capacidad de crear movimientos sísmicos, o el rayo de la muerte, un haz de partículas de tal potencia, que podía destruir a miles de kilómetros de distancia un objetivo por pequeño que fuera. Su osadía más grande no fue enfrentarse a Edison sino a la propia teoría de la relatividad de Einstein cuando afirmó que la velocidad de la luz podía ser superada.

El “sistema mundial” de Tesla era un sistema generoso, porque lo ofrecía de manera gratuita a todos los habitantes del planeta, cosa que poco podía gustar a Westinghouse o a J.P. Morgan, codiciosos aventureros de los negocios. Según Tesla ese sistema permitiría “la transmisión inalámbrica instantánea y precisa de todo tipo de señales, mensaje o caracteres a cualquier lugar del mundo (…) Un receptor barato, no mayor que un reloj, le permitiría escuchar desde donde estuviera, en tierra o en el mar, una charla o una pieza musical que se esté emitiendo en otro lugar, no importa a qué distancia”. ¿Suena conocido?


Tesla soñaba con un mundo autosostenible, donde las energías renovables y no los combustibles fósiles, eran el motor de la economía. En 1856 el 80 % de la energía que se utilizaba en el mundo era renovable, en 2015, el 78% son combustibles fósiles y la energía renovable se ha reducido al 19 %, aunque el mundo –luego de guerras y atrocidades financieras- comienza a tomar consciencia de que Tesla tenía razón.

Muchos científicos afirman que mientras Edison pensaba en el presente, Tesla pensaba en el futuro. No es casual que todos aquellos apuntes con teorías que entonces parecían descabelladas, hubieran sido incautados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, y que hasta ahora sean mantenidos en reserva como secretos de Estado.
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Si lo que quieres es encontrar los secretos del universo,
piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.
—Nikola Tesla