23 agosto 2016

Un diario para repensar el pasado del cine nuestro


Texto leído durante la presentación del “Diario ecuatoriano. Cuaderno de rodaje”, de Alfonso Gumucio Dagron

Pedro Susz K.

Pedro Susz K.
Después de haber aceptado, un poco irreflexivamente ser uno de los actores en este acto, y ya puesto a pensar qué decir, me asaltó una duda, casi existencial: ¿qué sentido tiene hablar de algo que habla por sí mismo? El diario, no me refiero a este en particular sino a esa suerte de subgénero de la biografía, de la autobiografía, que son los diarios, el diario, en tal sentido genérico, habla por sí mismo. Especialmente con su autor. Habla con su autor retroalimentando su memoria.

No era por lo demás una duda gratuita. Cómo se dice, a confesión de parte relevo de prueba,  me refiero a la afirmación de Alfonso en la entrevista incluida al final del diario-libro, cuando confiesa: “Escribo diarios para después acordarme”.

La duda se multiplicaba además pensando que el diario que habla por sí mismo es, en este caso, una cadena de anotaciones a propósito de una película. Y las películas, como cualquier obra de creación, igualmente deben hablar por sí mismas, interpelando al interlocutor, al espectador, para cautivarlo, ponerlo a reflexionar, conmoverlo, o lo que fuera. Si la obra de creación no habla por sí misma es sencillamente un acto fallido.

Pero en fin. Aquí estoy. Permítanme empero una breve digresión a propósito de los diarios. Los hay de varias especies. No son lo mismo el  Diario de Ana Frank –anotado para pelearle a la incertidumbre y el miedo-, o el de Frida Kahlo –trabajado forcejeando con sus dolores físicos y sus fantasmas creativos-,  vale decir escritos sin calcular que pudieran ser publicados. Distintos por ende a los Diarios Íntimos de Baudelaire, escritos para ser publicados, lo cual, si se piensa bien es un contrasentido, por lo dicho antes. Ni hablemos del Diario de una ninfómana, sonado y ultra-vendido best seller de 1973.

Vuelvo al motivo de esta presentación. Y, para evitar equívocos o frustraciones en los eventuales, ojalá muchos, lectores futuros del Diario Ecuatoriano de Gumucio, diré que no es un estudio técnico referido a la filmación de Fuera de Aquí. Tampoco es un tratado acerca de la manera de hacer una docu-ficción, que tal vez sea el género al cual mejor se ajusta la película de Sanjinés, sabiendo los riesgos de este tipo de encasillamiento.

¿Cuál es entonces el aporte singular de la obra que nos convoca?. Al leerlo me topé con una muy ajustada, pero al mismo tiempo libre, descripción del espíritu de una época. De una época del nuevo cine latinoamericano en particular, de los tiempos del cine-fusil, del cine arma de la revolución inminente. Pero desde luego también de una época en sentido más general, aquellos turbulentos sesentas y setentas del siglo pasado, cuando efectivamente pensábamos estar en el umbral del gran temblor que cambiaría para siempre la historia.

Claudio Sánchez, Alfonso Gumucio, Jorge Sanjinés, Carlos Mesa y Pedro Susz
Y el valor medular es que esa descripción no proviene de un análisis ex post, ni de una elucubración teórica retrospectiva,  está narrada en caliente, desde el corazón de la época y al lado de uno de sus teórico-prácticos más connotados y por eso quedan al desnudo los compromisos, honestos, sacrificados, admirables sin duda, al igual que las candorosas ingenuidades políticas que, en ocasiones, sostenían esos compromisos.

Es también, claro, un acercamiento en carne viva a ciertas parcelas de la realidad ecuatoriana de entonces, descripción, casi quirúrgica, perfectamente extensible a parcelas similares de la realidad de otros países, el nuestro en particular.

Entre los historiadores y cronistas de la época en cuestión hay, no me cabe duda, consenso en considerar  a  los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, al argentino Fernando Birri, a los cubanos  Julio García Espinoza y Tomás Gutiérrez Alea, y a nuestro Jorge Sanjinés pilares incuestionables de aquella instancia fermental del cine latinoamericano. Después las opiniones ya no son tan coincidentes y cada quién anota otros nombres a considerar.

Alfonso Gumucio, Pedro Susz, Jorge Sanjinés y Ricardo Ulcuango
El hecho empero de que Alfonso hubiese tenido ocasión de vivir junto a uno de aquellos protagonistas centrales el momento mismo de la puesta en acto de su pensamiento hecho obra, y que ahora nos facilite  compartir esa vivencia a través del registro instantáneo de los avatares de dicha puesta en acto constituye un valor agregado incuestionable del libro.

En suma. Me valgo de la declaración en la entrevista incluida en el libro de uno de los “actores” de la película, quién consiguió verla terminada muchos años después de su estreno. Preguntado si la película fue útil, contesta sin dudar que sí. Una pregunta similar pudiéramos hacernos respecto a la publicación de este Diario Ecuatoriano, y la respuesta sería la misma, por las razones ya dichas.

Nuestro agradecimiento entonces a Alfonso por su aporte a la memoria colectiva, aparejado al reconocimiento a quienes viabilizaron la publicación, en particular al Consejo Nacional de Cinematografía del Ecuador y a su entonces Director Juan Martín Cueva.