01 septiembre 2016

Margaret Anstee

Dame Margaret Anstee
Tengo  varios motivos para escribir sobre Margaret Anstee, pero empezaré por los más cercanos: Margarita era una entrañable amiga de mi padre –amistad que yo heredé desde muy joven- y amaba a Bolivia. Tanto así que luego de su intensa carrera como funcionaria internacional de las Naciones Unidas, decidió en 1988 comprar un terreno a orillas del Lago Titicaca para vivir allí hasta el final de los días, algo que no pudo hacer porque, como todos saben, la salud y la altitud no se llevan bien.

En su casa de adobe, que terminó de construir en 1991 sobre un promontorio rocoso a orillas del lago y que llamó Villa Margarita, escribió su libro The house on the sacred lake (La casa en el lago sagrado). Su determinación de quedarse en Bolivia para siempre era tan firme, que adquirió en 1990 la nacionalidad boliviana. Sobre nuestro país ya había publicado en 1971 Bolivia: gate of the sun (Bolivia: puerta del sol).

Su vínculo con mi padre nació en 1957 cuando él era embajador en Uruguay y ella una joven funcionaria de Naciones Unidas, la primera mujer en el sistema que asumió el cargo de Representante Residente del PNUD. Antes había estado como adjunta en Colombia y en su itinerario hacia el sur por Quito, Lima y La Paz sintió “amor a primera vista” (en sus propias palabras) cuando aterrizó en Bolivia. Decidió desde entonces que haría lo posible para que su siguiente cargo fuera en nuestro país, y así fue.

Su identificación con los principios y los líderes de la Revolución Nacional hizo que en sus años de estadía en Bolivia el apoyo de Naciones Unidas al proceso de transformación política, económica y social del país fuera determinante. No olvidemos que Bolivia era el segundo proceso revolucionario del continente después de la revolución mexicana y antes de la cubana, por lo que las potencias no veían con buenos ojos a los chicos malos que se salían del tablero político trazado por Estados Unidos. No era fácil apoyar un proceso de esas características en ese momento, pero ella lo hizo.

Margaret Anstee con el Secretario General Kofi Annan
Su carrera en Naciones Unidas fue excepcional en tiempos en que las mujeres solo eran consideradas para cargos menores, como narra en su autobiografía Never learn to type (Nunca aprendas a escribir a máquina) publicada en 2003, donde cuenta cómo en las reuniones, cuando se quería designar a alguien para tomar notas o levantar actas, los hombres, siempre en mayoría, pretendían darle a ella esa tarea. La obra constituye una lectura deliciosa por su contenido y por su admirable expresión en inglés.

Hoy tenemos tres mujeres como candidatas a la sucesión de Ban Ki-moon a la cabeza de la ONU.  Esto era impensable cuando Margaret Anstee fue la primera mujer en ocupar el segundo nivel de importancia en la organización, como Secretaria General Adjunta en 1987. Fue la mujer que más alto ascendió en la organización y si las condiciones de igualdad de género que vivimos hoy se hubieran dado en su tiempo, no tengo la menor duda de que hubiera llegado a ocupar el cargo de Secretaria General de la ONU.

Su carrera internacional la llevó durante 41 años a 130 países.  Sirvió como representante del PNUD en ocho de ellos, fue Directora General de Naciones Unidas en Viena, y entre 1992 y 1993 Representante Especial del Secretario General de la ONU en el proceso de paz en Angola, entre muchas otras altas responsabilidades que asumió.

Cada año, en épocas de Navidad, Margarita enviaba a sus amigos una carta colectiva de 6 a 8 páginas en la que resumía cómo había transcurrido su año y el de sus afectos más cercanos. Era una manera de mantenerse en contacto con tantos amigos que había hecho a lo largo de su vida en tantos lugares del planeta. Uno de sus propósitos a fines del 2012 era “regresar a Bolivia por última vez” y lo hizo en marzo del 2013, con muchas dificultades.

Margarita atesoraba hermosas fotografías de su vida pública, muchas de las cuales están publicadas en sus libros, sobre todo en su autobiografía Never learn to type. Por una parte fotografías de las misiones que cumplió en muchos países, algunas de ellas en contextos de violencia y de guerra, como fue el caso de Angola, Honduras, México, Chernobyl o Kuwait, en otras aparece con los secretarios generales de las Naciones Unidas con quienes trabajó: Javier Pérez de Cuéllar, Kofi Annan y Boutros-Ghali, y dignatarios de estado a los que conoció: Giulio Andreotti, Li Peng, Jimmy Carter y Fidel Castro, entre muchos otros. 


Margaret Anstee durante la visita a Bolivia del príncipe
Felipe de Edimburgo 
(foto de Freddy Alborta) 
Sin embargo, no tenía una foto que hace unos meses le envié para sorprenderla. Es una foto que data de la época del segundo gobierno de Paz Estenssoro, cuando Margarita era Representante Residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en Bolivia y se produjo la visita del príncipe Felipe de Edimburgo, el príncipe consorte de la reina Isabel de Inglaterra. En la foto aparece una Margarita joven y elegante, saludando al monarca británico.

Hace un par de años dejó de escribirnos colectivamente, aunque individualmente nos contaba por correo o por Skype que estaba enferma. Su situación de salud empeoró de golpe hace un par de semanas y se hizo irreversible el jueves, cuando falleció en The walled garden (El jardín amurallado), su casa en Knill, país de Gales, a los 90 años de edad (nació el 25 de junio de 1926). Nunca pude visitarla allí, a pesar de que cada vez que hablábamos nos prometíamos un nuevo encuentro. 
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Unlike capital investment, the impact of technical cooperation 
is impossible to measure because it is inextricably interwoven 
with the many other threads of the process that we like to call progress.

—Margaret Anstee