27 octubre 2016

Chutos al volante

La población de La Paz fue nuevamente afectada esta semana por la caterva de propietarios de minibuses, en paro contra las disposiciones municipales. Ojalá hicieran huelga quedándose en sus casas, pero como saben que nadie los echaría de menos no solamente suspenden su precario servicio sino que bloquean las calles para que ningún otro vehículo pueda circular. Es decir, se apropian del espacio público para irritar más a los paceños y hacerse de más enemigos entre los ciudadanos.

La actitud de los choferes es intolerable puesto que meses atrás firmaron un acuerdo con la alcaldía comprometiéndose a mejorar la calidad del servicio, pero no lo hicieron. Y la alcaldía de La Paz cometió el error de autorizar el aumento de los pasajes, confiada en que los minibuseros iban a cumplir con lo pactado, incluso después de haberles otorgado tres meses más de plazo.

El resultado es doblemente pernicioso, puesto que ahora los usuarios pagamos más y el servicio de minibuses sigue siendo deficiente. Los choferes se comprometieron a suspender el “trameaje” en sus rutas, pero no lo hicieron, siguen actuando caprichosamente a vista y paciencia de todos. Llevan pasajeros de pie, no respetan los semáforos, se estacionan en doble fila, etc. Los vehículos siguen desvencijados y sucios, y  muchos de los choferes necesitan bañarse porque sus unidades huelen a cloaca.

No es aceptable que los minibuses paren dos o tres veces en una misma cuadra para recoger o dejar pasajeros. Deberían tener paradas fijas obligatorias, bien señalizadas y con espacio para arrinconarse en lugar de entorpecer el tráfico.

Mientras los choferes de minibuses sigan obrando como si fueran los dueños de las calles, la alcaldía debería seguir retirando placas y sacándolos de circulación, porque son una lacra que solo desaparecerá cuando tengamos un mejor transporte municipal. Los PumaKatari deberían multiplicarse por cien, con unidades más cortas que recorran las rutas que ahora son “propiedad” de los minibuses. El comportamiento “minibusero” es como una enfermedad contagiosa que se extiende a los taxis y a los conductores privados, también a los que manejan Audi, BMW o Lexus. Todos igualmente patanes. 

Nadie respeta las normas establecidas. Los vehículos aceleran cuando el semáforo pasa de verde a amarillo, en lugar de frenar. Los pasos de cebra son completamente ignorados y los peatones tenemos que pasar a la carrera o cruzarlos con ademanes desafiantes para que los autos se detengan.

Habría que pintar esos pasos de cebra de rojo intenso y colocar a un lado la señalización correspondiente para que los automovilistas respeten, como hacen cuando viajan a otros países donde les ponen multas si violan las normas.

Los vehículos particulares se estacionan donde les da la gana, incluso sobre las aceras o junto a la señalización que dice claramente “no estacionar” o “parada de transporte público”.

Frente a ese avasallamiento la alcaldía ha puesto en marcha un plan que los ciudadanos de a pie aplaudimos: remolcar los vehículos estacionados en lugares prohibidos. Claro que tendrían que llevarse también las lujosas vagonetas de la vicepresidencia y del ministerio de Defensa, que entorpecen el tráfico de arterias centrales como las calles Ayacucho y Mercado, o la Avenida 20 de Octubre.

Uno de los problemas es que la policía municipal no está autorizada a cobrar multas, y la policía de tránsito es completamente inútil e ineficiente, no sirve ni para las tareas más sencillas. Los policías de tránsito, ociosos y distraídos, nunca están en los cruceros donde se los necesita, nunca hacen respetar reglamentaciones tan básicas como abrocharse el cinturón de seguridad o no usar el teléfono celular mientras se maneja.

¿Para qué sirve la policía de tránsito? Para nada. Son más útiles las cebritas de la alcaldía, pero lamentablemente no pueden cobrar multas, solamente sonrisas.

En este país no solo hay autos chutos, también chutos al volante. Duro con ellos y duro con los vándalos minibuseros que bloquean la ciudad.
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En la ciudad moderna todo está centrado en la movilidad. Y seguirá estándolo, pero ya no con el coche como protagonista. Y eso se reflejará en la estructura de las ciudades. La vieja ciudad pensada para los peatones se impondrá.
—Norman Foster


(Publicado en Página Siete el 22 de octubre 2016)