16 marzo 2017

Carnaval Oruro-Iztacalco

Para muchos bolivianos el documental de Sergio Sanjinés El carnaval de Oruro en Iztacalco será una revelación, como lo fue para mí. Quién puede creer que en un barrio de los más tradicionales y antiguos de la gigantesca Ciudad de México, sus habitantes organizan desde hace 20 años una versión del carnaval de Oruro y lo hacen con una devoción sorprendente hacia la Virgen del Socavón. No es raro que en ciudades donde hay comunidades numerosas de bolivianos, se organicen fiestas que les permiten reconstruir prácticas rituales que se llevaron de Bolivia. Lo maravilloso, en el caso de Iztacalco, es que los habitantes mexicanos de ese barrio se hayan apropiado de la tradición de una manera que trasciende lo folklórico e interpela sentimientos religiosos y emociones muy profundas.

El mérito del documental de Sergio Sanjinés radica en esa manera de adentrarse en la intimidad de los personajes, en lugar de quedarse en la mera descripción de las formas folklóricas que caracterizan a la festividad.

Se han hecho a lo largo de las últimas décadas muchos documentales vistosos sobre el Carnaval de Oruro, que muestran su ritmo vertiginoso, sus trajes coloridos, su música y sus bailes que maravillan a propios y a extraños. Se ha escrito mucho sobre esa festividad que es Patrimonio de la Humanidad por determinación de la Unesco. Abunda la literatura laudatoria y algo de aproximaciones críticas que subrayan los cambios absurdos (máscaras de diablo de plástico, cuernos con humo y luces de navidad) que ponen en riesgo la manifestación cultural.

Sin embargo, no habíamos visto antes un documental que nos transporte en un ir y venir de Iztacalco a Oruro para presenciar en imágenes entrelazadas el arraigo del carnaval, y que explore su historia, sus orígenes, los personajes que lo hicieron posible, aquellos que desarrollaron y mantienen la tradición.

Conozco a Sergio desde hace décadas y nos hemos cruzado muchas veces en México, en La Paz y en algún aeropuerto.  Es un cineasta boliviano radicado en México desde 1981, cuando inició sus estudios en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).  Ha trabajado en este proyecto durante varios años, casi sin apoyo externo, dedicándole su tiempo, sus propios recursos y su compromiso con Bolivia y con México. Sergio ha sido contagiado por la motivación de los personajes que retrata, cuya característica común es la devoción por una virgen de otras tierras, que llegó a sus vidas en un momento para ellos muy significativo.

Todo comenzó con un médico orureño, el Dr. Ivar Rocha, que tenía una imagen de la virgen del socavón en su casa en Iztacalco, una virgen de grandes ojos almendrados. Estela Vázquez de Domínguez, mexicana casada con otro médico boliviano, pasaba entonces por una delicada situación de salud que superó según ella gracias a su devoción por la virgen boliviana. Cuando el Dr. Rocha decidió regresar a Bolivia, ella le pidió que dejara la imagen de la virgen a su cuidado.

Alrededor de estos hechos casi fortuitos se desarrolló la festividad del Carnaval de Oruro en Iztacalco, donde los principales actores son ahora mexicanos. La particularidad del documental de Sergio es indagar las motivaciones que tuvieron ellos para mantener viva una tradición de fe que los une ahora indisolublemente con Bolivia y es parte de su identidad.

La cultura se incorpora en la identidad, es decir, le da cuerpo a la identidad. Por eso afirma Itzel Carpio Pavón, una joven antropóloga de Iztacalco: “Puedo ser yo en todas mis dimensiones”, aludiendo a la manera como ha integrado en su vivencia una tradición que en principio le era ajena.

El documental crece progresivamente desde la propia historia de Iztacalco, que alguna vez fue un pueblo con canales de agua que unían el centro de Ciudad de México con Xochimilco. Los canales se secaron, las chinampas dejaron de producir las legumbres que alimentaban a los pobladores. El golpe final a esa vida de armonía con la naturaleza llegó con la expropiación de tierras en 1974, privando a Iztacalco de la agricultura familiar que mantenía a sus habitantes.

Lo que no se perdió en esa comunidad que ahora es una de las 16 delegaciones de Ciudad de México y alcanza casi medio millón de habitantes, es un profundo sentido de religiosidad que por simbiosis o sincretismo cultural se ha transferido a la boliviana Virgen del Socavón.

Entretejiendo imágenes de los bailes en Iztacalco y en Oruro, el director del documental nos lleva hacia la culminación de un proceso que todos los mexicanos involucrados en la tradición esperan: bailar en el carnaval de Oruro, y en Oruro. El film narra ese proceso, no exento de dificultades, por el que pudieron lograr su cometido, a pesar de un paro de transportes que paralizó a Bolivia aquel año y que obligó a las bailarinas mexicanas a llegar desde La Paz en una avioneta rentada.

Sentimientos muy fuertes se desatan en los principales personajes entrevistados en el documental cuando ofrecen su testimonio sobre lo que significó bailar en Oruro y luego de cinco horas llegar a la iglesia del Socavón para arrodillarse frente a la virgen. 

Los testimonios Itzel Carpio Pavón y de Teresa Ortega Guerrero, dos jóvenes mexicanas que logran su objetivo, son particularmente emotivos y transmiten al espectador su sensibilidad y orgullo identitario. Durante su estadía en Oruro y luego de haber cumplido con la promesa de bailar para la Virgen del Socavón, ambas mujeres se presentan de nuevo en la iglesia vestidas con hermoso trajes típicos mexicanos, como una manera de decir que en Bolivia son mexicanas y en México son bolivianas de adopción.

Este documental es una reflexión sobre la interculturalidad en una escala mayor a la que normalmente nos interpela, es decir, más allá de las fronteras nacionales. “Aquí pasó algo…” dice uno de los entrevistados, algo que tiene de magia, de identidad y de amor: “una fuerza que te mueve, que sale del corazón”.

Sergio Sanjinés Franck nació en La Paz Bolivia, y realizó estudios de arquitectura, ciencias de la comunicación y cinematografía. Ha colaborado muchos años con la Organización de las Naciones Unidas para a Agricultura y la Alimentación (FAO), en la producción de materiales audiovisuales y documentales. Produjo más de sesenta programas y series educativas en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), así como documentales y películas de largometraje.
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Musa, la máscara apresta,
ensaya un aire jovial y goza
y ríe en la fiesta del Carnaval.
—Rubén Darío

(Publicado inicialmente en Página Siete el 26 de febrero 2017)